martes, 9 de noviembre de 2010

LA VERDAD. DIFERENTES ACEPCIONES DEL TÉRMINO

"Verdad" ha sido y es un concepto utilizado con frecuencia, tanto en el ámbito académico como en la vida cotidiana. Pero es en el ámbito de la Filosofía donde adquiere una especial relevancia. 
Como ha ocurrido con todas las palabras, también la palabra "verdad" ha cambiado su significado con el paso de los siglos. Para saber qué es lo que quiere decir un filósofo cuando lo utiliza es necesario ubicar al autor en su contexto histórico y al concepto "verdad" dentro del contexto total del pensamiento del autor de que se trata.
En el siguiente cuadro presentamos algunas de las acepciones de "verdad" refiriéndolas a la etapa de la historia de la Filosofía en que surgieron. Pero se debe aclarar que, dado que la historia de la Filosofía se parece más a la de la Música que a la de la Ciencia —según afirma Jaspers—, las diversas acepciones siguen vivas, ninguna ha sido dejada de lado completamente.
Filosofía Antigua
La verdad 
como realidad
"Verdadero" es lo que permanece, lo inmutable, lo que siempre es de la misma manera. Lo cambiante es meramente aparente. La verdad es la idea (Platón) o la forma (Aristóteles) que se halla oculta tras el velo de la apariencia. Ella es lo realmente real, lo que más merece el nombre de "ser". 
La verdad como adecuación del intelecto a la cosa
Un enunciado es verdadero si lo que dice se corresponde con aquello de lo que se habla, si hay "adecuación del intelecto a la cosa", entendida esta última de un modo realista, como la cosa en sí, existente más allá del sujeto e independiente de él.
Filosofía Medieval
El "trascendental" 
verdad
Considerado en relación al intelecto, todo ente es verdadero. En este sentido decir que algo "es" o decir que "es verdadero" es lo mismo. "Verdad" y "ser" se equiparan. Por eso se dice que "verdad" es uno de los "trascendentales" del ser. A esta acepción del término verdad se la denomina "verdad metafísica" o "verdad ontológica".
La verdad "lógica"
A la verdad entendida como "adecuación del intelecto a la cosa" los medievales la denominan "verdad lógica".
Filosofía Moderna
La verdad
como evidencia
El intuicionismo racionalista, buscando un conocimiento seguro, rechaza como falso todo lo que no se presente a la conciencia con una certeza absoluta. Su verdad modélica es la afirmación «Pienso, existo» de Descartes, que no se apoya en un razonamiento sino en una intuición clara y distinta que le otorga una evidencia inmediata.
La verdad como construcción del sujeto
El objeto de conocimiento, el fenómeno, es construido por el sujeto a partir del caos de impresiones proveniente de la experiencia. El sujeto posee a priori (antes de la experiencia) formas puras de la sensibilidad (espacio y tiempo) y categorías vacías del entendimiento (substancia-accidente, causa-efecto, etc.) y con ellas ordena los datos caóticos de los sentidos. La verdad es intramental y la cosa en sí ("la verdad metafísica", referida al noúmeno) permanece incognoscible.
Filosofía Contemporánea
La verdad como adecuación entre lo mentado y lo dado
La verdad es la adecuación entre lo "mentado" y lo dado, que no es la cosa real, el ente existente en sí, sino el fenómeno. El conocimiento y la verdad se dan en un plano "trascendental" o "puro", equidistante tanto del realismo —que hace hincapié en el objeto— como del idealismo —que pone el acento en el sujeto—. La Fenomenología toma lo dado tal como se presenta al sujeto, sin pretender ir más allá. 
La verdad como utilidad
Es verdadero lo que es "expeditivo" en nuestro modo de pensar, lo que introduce un "beneficio vital" que merece ser conservado. El concepto "verdad" se aplica a las ideas según sea su utilidad y no a los objetos: no rige en el plano metafísico.
William James


Por otro lado, la experiencia y el paso del tiempo también nos han enseñado que no siempre es fácil hacerse con la verdad de "todas" las cosas; que muchas veces tenemos que conformarnos con verdades parciales; y que en otras muchas ocasiones hemos caído en errores, bien porque nos habíamos precipitado en el juicio, o no habíamos inspeccionado bien el objeto, o porque quizás esa realidad que deseábamos conocer excedía, sobrepasaba, nuestra capacidad de comprensión.
El hombre normal, el hombre corriente que utiliza el sentido común, ante la experiencia del error se hace precavido, se hace prudente en sus juicios, pero no pierde el íntimo convencimiento de que es capaz de conocer con verdad. Es decir, no desespera de su facultad de entender, ni tampoco niega la verdad que hay en las cosas. No se repliega sobre sí mismo diciendo que él ya tiene "su" verdad y que no necesita mirar al mundo para saber cómo es; ni afirma que las cosas son siempre como él las piensa y punto. Hacer eso sería el suicidio de la razón pero, no es menos cierto que es una actitud bastante frecuente hoy en día, quizás porque es cómoda que obliga a nada o a muy poco. 

A pesar de lo ya comentado, quizás dudes y te estés planteando si no sería posible que todos nuestros conocimientos fuesen un error, es decir, que siempre nos equivocásemos en nuestros juicios. Pues bien, míralo de este modo: si eso fuese así, si todos nuestros juicios fuesen siempre erróneos, entonces tú no podrías estar planteándote ahora mismo esta cuestión ya que no tendrías experiencia del error como tal. Precisamente puedes plantearte esta hipótesis porque tienes experiencia del error, y la tienes por el contraste que supone su comparación con otras experiencias que también tienes: las del conocimiento verdadero o que se corresponde a la realidad.

Y del mismo modo, evidentemente, sabemos que, debido a la limitación de nuestro entendimiento y la finitud de nuestra existencia, no podremos llegar a conocer toda la verdad de absolutamente todas las cosas; pero que nuestro conocimiento sea limitado o parcial no significa que sea incierto o falso. Es decir, del hecho de que una persona no llegue a conocer la realidad de una forma completa o exhaustiva, no puede deducirse de ahí que, al alcanzarla sólo parcialmente, no lo haga con verdad.

Siempre nuestra ciencia será finita, limitada, pero no por ello falsa. Por tanto, que nuestro conocimiento de la verdad se pueda perfeccionar o ampliar no significa que sea esencialmente falso. No hay que confundir la limitación del entendimiento con su fiabilidad. El conocimiento de lo real es limitado, pero ello no significa que sea relativo.



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