lunes, 29 de septiembre de 2008

LA TIERRA Y SUS FRUTOS: SEÑORES Y CAMPESINOS




Durante la etapa histórica que conocemos con el nombre de Edad Moderna, y también de Antiguo Régimen, el dominio de la economía agrícola sobre el resto de las actividades económicas fue aplastante, y esto sucedía en un mundo intensamente ruralizado con una agricultura profundamente retrasada, consecuencia de unas condiciones técnicas sumamente deficientes y muy marcada por las condiciones climáticas y edafológicas. Así, la mayoría de los productos de uso común procedían del campo (los alimentos, las materias primas para la industria, los materiales para la construcción, etc) en una época caracterizada por los espectaculares intercambios ultramarinos y las grandes manufacturas, pero también por una producción tradicional y unos bajos rendimientos, en lo que al sector dominante se refiere.

En consecuencia, la economía aragonesa se hallaba lógicamente inmersa en las coordenadas que acabamos de exponer: predominio aplastante de la agricultura de subsistencia (cuando menos el 80% de la población activa encontraba en las tareas del campo su ocupación principal), bajos rendimientos, insalvables limitaciones tecnológicas, labores poco profundas, lo que unido a la ausencia casi total de abonos, motivaban que las cosechas dependieran casi exclusivamente de las condiciones climáticas y que la colonización de nuevas tierras se presentase como el principal y más generalizado medio de aumentar la producción. Precisamente fue este predominio de la economía agrícola lo que determinó que Aragón se organizase social y políticamente en torno a la tierra.

De otro lado, los productos agrícolas constituían la mayor parte del volumen comercial del reino tanto interior como exterior. La compraventa de cereales, vino y aceite, etc., conformaba un elevado tanto por ciento de las transacciones comerciales realizadas por los mercaderes aragoneses.

En la economía del Antiguo Régimen, una buena cosecha permitía disponer de unos recursos económicos que indefectiblemente se invertirán en renovar el utillaje agrícola o el vestuario. Mientras que, por el contrario, una mala cosecha obligaba al campesino a restringir los gastos a lo estrictamente necesario. La demanda de productos manufacturados disminuía en relación a la extensión e intensidad de la mala cosecha. Si los malos años se sucedían, con ello llegaban la ruina, el hambre y la emigración y, por ende, la regresión tanto demográfica como económica.

Frente a la agricultura, el comercio y la industria presentaban un carácter subsidario, si bien la simbiosis agricultura-industria explicaría muchas cosas del Aragón del siglo XVI: un territorio relativamente bien poblado y una prosperidad que testimonian el urbanismo y la arquitectura de la época, pero también el volumen de negocios del que da idea la actividad económica recogida en los protocolos notariales de la centuria.

LA CENTURIA DEL RENACIMIENTO:LAS ROTURACIONES

A lo largo del siglo XVI, la superficie agraria, a pesar de las profundas limitaciones impuestas por las estructuras de la propiedad de la tierra, experimentó profundas transformaciones bajo el impulso de la coyuntura alcista de la centuria. Así, el crecimiento demográfico corrió paralelo al económico. La población aragonesa, que en 1495 estaba integrada por 51.540 fuegos, alcanzó a finales del siglo XVI una cifra cercana a los 80.000, lo que significaría un incremento cercano al 60%. Este crecimiento vino acompañado irremediablemente por un aumento en la producción tanto agraria como industrial. Una afirmación que, con todo, resulta difícil de apoyar con datos contundentes, ya que toda la documentación contable relativa a la producción (cuando los hubo) no se han conservado. No obstante, si que existen indicios de carácter local que pueden apoyar la afirmación inicial. En lo que respecta a la agricultura los estudios realizados hasta la fecha ponen de manifiesto un crecimiento de las tierras roturadas, aumento de los precios de arrendamiento de las rentas señoriales por parte de los mercaderes, una intensificación estimulada por el incremento de los regadíos e incluso una diversificación de los cultivos, con la dedicación de crecientes extensiones de terreno a plantaciones «especulativas» (morera, zumaque).

Todo este crecimiento trajo consigo una constante demanda de alimentos que nuestros antepasados intentaron satisfacer obteniendo de la tierra los recursos que demandaba su multiplicación. Ante tal disyuntiva, y tras desechar la emigración por razones de subsistencia, se dedicaron de lleno a incrementar los recursos de la agricultura. Ahora bien, dadas las limitaciones técnicas de la época y las propias condiciones climáticas de Aragón, el incremento de la producción agrícola únicamente podía conseguirse con la puesta en cultivo de nuevas tierras, mediante la extensión de los regadíos o la mejora de los ya existentes y, con carácter más local, mediante la mejora en la rotación de los cultivos con la introducción en el ciclo agrario de plantas forrajeras, industriales y leguminosas y la consiguiente disminución del barbecho.

Así a lo largo de la centuria vemos al aragonés afanosamente comprometido en la tarea de colonizar nuevas tierras. Las roturaciones se extienden por todas partes (unas tuteladas por los concejos, otras clandestinas). Poco a poco se conquistan terrenos abandonados durante la recesión de los siglos XIV-XV, pasando luego a las tierras vírgenes hasta llegar a poner en cultivo tierras marginales, que fue preciso abandonar poco después de las primeras cosechas.

Ahora bien, las roturaciones no podían extenderse indefinidamente. La calidad de las tierras unido a los condicionantes orográficos y técnicos de la época imponían forzosamente, antes o después, límites al proceso colonizador. El terreno montañoso no era apto para ser roturado. Sin apenas abonado y con un arado que no pasaba de arañar la tierra, algunas de las roturaciones fue preciso abandonarlas después de las primeras cosechas. Por otro lado, factores de orden económico y social, se sumaron a los ya enumerados para frenar el proceso roturador. El campesino, en su tarea de colonización, precisaba de animales de tiro y de los correspondientes aperos de labranza, que sólo en contadas ocasiones lograba adquirir. Además, esos animales de tiro no podían multiplicarse indefinidamente. El final de las roturaciones, por los factores anteriormente señalados ( a los que cabría sumar la oposición de los ganaderos), dejó en los lugares de secano y en la montaña, excedentes de población que dieron lugar a migraciones internas hacia la ciudad o hacia los valles, donde las posibilidades de obtener nuevos recursos eran mayores. En las riberas, el crecimiento de población llevó consigo una ingente tarea de puesta en regadío de nuevas tierras que fue paralela en unos casos y en otros posterior a la roturación.

LA EXPANSIÓN DEL REGADÍO

Es confortable constatar, através de la documentación, cómo el aragonés tenía una conciencia clara de lo que el agua era y representaba para él y sus vecinos. Esta convicción unida a la presión demográfica determinaron que los aragoneses durante todo el siglo XVI, aunque continuando con una tradición milenaria, desarrollaran una intensa tarea de ampliación del regadío primero para atajar la sequía y después para incrementar la productividad. Toda esta labor recayó ante todo sobre los concejos que se convirtieron en los principales agentes del cambio agrario. Fueron ellos los que respondiendo a la llamada de sus vecinos ampliaron la superficie regada. Casi siempre el concejo, al hacerse cargo de las obras, fue el encargado de buscar los sistemas de financiación que frecuentemente fueron las emisiones de censales (especie de préstamo hipotecario). Contrataron al maestro de obras y buscaron la financiación de las obras entre acaudalados aragoneses. Mercaderes, profesionales liberales y clérigos invirtieron su dinero en el campo mejorando la producción y la productividad, pero lo hacen como prestamistas, a la búsqueda de una renta, y no como propietarios o empresarios. Con este sistema se consiguió incrementar la superficie regada por todas partes. La nómina, por supuesto incompleta, es amplia. Caspe, Alcañiz, El Burgo, Zaragoza (Acequia Imperial 1529), Luceni, Rueda, Urrea, Plasencia, Tauste, Huesca, Barbastro, etc., son sólo algunos ejemplos de poblaciones que apostaron fuertemente por el regadío. El mismo Ebro mostraba una panorámica bien distinta de la actual con una masiva presencia de artefactos que extraían el agua de su cauce.

Por lo tanto, el regadío asienta y atrae población, incrementa los recursos y con ellos necesariamente la población, pero el regadío era una empresa cara, por la elevada inversión de la construcción y por los costes de mantenimiento. Además, los señores concederán permisos para la construción de regadíos pero no desarrollarán una política abiertamente favorable. Se preocuparon de dejar bien claro que los derechos sobre la propiedad del agua les correspondían y llegaron a entablar largos pleitos con sus vasallos. En definitiva, el regadío incrementó la producción pero no lo suficiente como para satisfacer las cargas y amortizar los costes de las obras, convirtiéndose a la postre en un factor más del sometimiento del campesinado.

EL SIGLO XVII, CRISIS O RECESIÓN

El siglo XVII representa la cara opuesta de lo que había sido el XVI. La actuación progresiva de una serie de factores negativos, expulsión de los moriscos, epidemias, guerra de secesión catalana, etc., determinaron que la superficie agrícola experimentara un fuerte retroceso, hasta el extremo de poder afirmar que hasta el siglo XVIII Aragón no alcanzó la población de fines del siglo XVI o principios del XVII. Esta regresión se tradujo en el mundo agrícola en un abandono de la superficie cultivada, que pasó a convertirse en erial. Con las tierras se abandonaron los regadíos que progresivamente se fueron deteriorando.

El primero de los desastres demográficos, la expulsión de los moriscos, se tradujo en el orden económico en una grave regresión del área cultivada. De Aragón salieron 61.000 moriscos (18,85% de la población). Sus tierras, ubicadas en el mejor terreno agrícola del reino (ribera del Ebro y en las vegas de sus afluentes por la derecha), quedaron incultas. Durante años, al fracasar la repoblación, permanecieron yermas. En los lugares de moriscos, partidas enteras (cuando no todo el término) no eran otra cosa que grandes eriales. Más tarde, cuando apenas se había iniciado la ocupación de las mejores tierras moriscas, las epidemias (la milanesa de 1629-1633, y la gravísima de 1648-1654), la fuerte mortalidad de fines de siglo, las malas cosechas, las presiones fiscales de la monarquía y especialmente la guerra de Cataluña (fenómenos, en ocasiones, simultáneos) imposibilitaron que a lo largo del siglo XVII la superficie agrícola alcanzara la extensión que había tenido a fines del siglo XVI.

SISTEMAS Y TÉCNICAS DE CULTIVOS

Juntamente con las roturaciones y la extensión del regadío, el campesinado aragonés, como su homónimo mediterráneo, recurrió al cultivo promiscuo o de suelo y vuelo para aumentar la producción. Consistía éste en alternar el arbolado o la vid con otros cultivos o plantaciones. Así, junto a los frutales, la vid, el olivo o las moreras, sembraba cereales o plantaba azafrán. El arbolado o vid podía ocupar los márgenes del campo o disponerse en el interior del mismo, equidistantes unos árboles de otros. De este modo el campesino, junto con el pan para su familia podía conseguir el condimento para sus comidas y el vino que le proporcionaba una buena parte de las calorías que le negaba su deficiente alimentación. Este sistema todavía se practica en Aragón en nuestros días.

Estas tierras eran cultivadas con un utillaje muy reducido: se labraba con el arado romano, tirado generalmente por mulos y en ocasiones por bueyes (las mulas eran más rápidas en sus desplazamientos). Este arado tenía una profundidad de surco muy pequeña (el llamado arado de vertedera no se inventará hasta el siglo XVIII), arañando únicamente la tierra y dejando la semilla expuesta a las inclemencias del tiempo. Las otras labores se realizaban con hoces, trillos de perdernal y horcas. Esta falta de innovación en el utillaje fue común en toda España. Como ejemplo veamos los instrumentos que Gilabert, un terrateniente de Tamarite, recomendaba como imprescindible para todo agricultor aragonés a comienzos del siglo XVII (1616): «cabalgaduras, arado, yugo, tenazas y martillo, capazos y azadón, cuchillo, podadera, palo de amolar, carro, sogas y redes para la paja,horcas y tabloón para trillar, poste, cadenas y timón para allanar los campos, dedales y zamarro para segar, sacos, plegadoras y caballos de madera para coger olivas, hachas, mazas y tocones para hacer leña, burra para traer provisiones y perro para guardar la ropa».

Las tierras recibían tres labores. La primera de ellas se realizaba a la salida del invierno y recibía el nombre de huebra, con la que se rompían las tierras que más tarde se iban a sembrar. A mediados de primavera se daba la segunda reja, el binar; y, finalmente, en el otoño, se daba la última con la que se envolvía la semilla.

El abonado era insuficiente. Los abonos minerales y, lógicamente, los químicos eran totalmente desconocidos. Así, el abonado de las parcelas quedaba reducido a las cenizas procedentes del incendio de los rastrojos. Sólo una mínima parte de las tierras recibían estiércol. Quien tuviese ganado podía encerrarlo en el campo y así estercolarlo o bien podía llevarse la paja y el estiércol de los establos en los que se hallaba el ganado como abono natural. Como es lógico sólo los agricultores con mayores recursos disponín de este tipo de abono, los más pobres no podían otra cosa que beneficiarse de los excrementos procedentes del pastoreo del ganado ovino.

Si a este pobre y limitado abono se suma la escasa profundidad de las labores, se comprenderá perfectamente los largos descansos concedidos a las tierras, sus escasos rendimientos y, sobre todo, el reducido número de hectáreas que permitían una permanente explotación y el fracaso de muchas roturaciones. Para evitar el agotamiento de las tierras debían dejarse en barbecho, como mínimo, un año (sistema de año y vez) pero muy frecuentemente se dejaba yerma la tierra tres y cuatro años en los secanos.

TIPOLOGÍA PRODUCTIVA: EL PAISAJE AGRARIO

Aunque las tierras regadas posibilitaban un abanico de cultivos mucho más rico y variado que en los secanos, en la práctica esta diversidad casi no era apreciable salvo en el cultivo de las plantas hortícolas. Tanto el secano como en el regadío se dedicaban mayoritariamente al cultivo de los cereales, la vid y el olivo, la trilogía mediterránea. La diferencia fundamental estribaba, lógimanete, en la seguridad de las cosechas y en la rentabilidad de las tierras de regadío. Ünicamente los huertos presentaban una clara diversidad en sus productos con respecto al resto de las tierras. Este uniformismo de la producción se debía sobre todo a la necesidad del campesiando de proveerse de su dieta alimenticia, cifrada fundamentalmente en el pan para su familia, y de cerales para sus animales. Sus escasos recursos económicos y las deficiencias y limtaciones del transporte le obligaban a producir aquello que le era más urgente y necesario para su propia subsistencia. Así pues, estaríamos ante una agricultura tradicional y que se ajustaba al modelo mediterraneo de cultivo diversificado.

Por otra parte, es preciso hacer constar cómo la mayor parte de los productos que hoy ocupan nuestras huertas eran prácticamente desconocidos en estas centurias. ¿Qué podría sembrar hoy el campesino aragonés si no conociera las patatas, la remolacha, el maíz e incluso los tomates y los pimientos (introducidos en el siglo XVIII procedentes de América)?. Forzosamente se vería obligado a dedicar sus tierras a la trilogía tal y como hicieron sus antepasados.

Los cereales tuviron una amplia extensión que fue aumentando con la ampliación de las roturacioes y la puesta en regadío de algunas zonas. De ellos, el trigo ocupará el primer lugar en la escala de los cultivos, cosechándose principalmente en el centro del valle del Ebro. La cebada, la avena, el ordio y el centeno, en el Pirineo, serranía de Teruel y Albarracín. Se daban también en las tierras más pobres y frías, otros cereales de escasísima calidad y rendimiento que hoy en día se han perdido prácticamente en su totalidad. Así, por ejemplo, el mijo, la espelta, ladilla, adazilla, esprilla, etc. Se conocía y se trabajaba algo de panizo negro (que no es el maíz americano, conocido entre nosotros como panizo, producto traído de América y que no se introducirá hasta el siglo XVIII) traído por los árabes de Oriente. Ya en la Edad Media hay documentos quedan cuenta de sus existencias (aparece en numerosos dezmarios). Era conocido con el nombre de panizo negro de Rodas. Ignacio de ASSO, para el siglo XVIII, decía que los productos agrarios más importantes para su producción eran, por orden decreciente: trigo, centeno, cebada, avena, maíz, judías, habas y garbanzos.

La vid ocupó amplias zonas del valle medio del Ebro. Abarcaría en los siglos XVI y XVII una extensión mayor de la actual. Son importantes y de renombrados caldos los del campo de Cariñena, recordemos al Don Juan Tenorio de Zorrilla cuando exclama para justificar sus actitudes «fue el maldito Cariñena, que se apoderó de mí». Se menciona el buen vino y la cantidad mucho antes, en 1521, Alonso de Toro escribía «yo, señor, he ahora venido de Cariñena y Longares y en todos esos lugares mucho vino se ha cogido». También hay que reseñar como en los inventarios de bienes de señoríos aoarecen cilleros y bodegas con una gran cantidad de cubas y conocemos también la edificación de lagares y trujales en lugares como Alcañiz o La Fresnada a finales del siglo XVII. El que el castillo de Alcañiz posea una bodega con una treintena de cubas, lo mismo que el castillo de Calanda (destruído en el siglo XVIII), nos aproximan a la importancia quer la producción tuvo en esas zonas.

El olivo, por su parte, encontró una gran aceptación en los somontanos y a lo largo del Ebro. Tenemos constancia de una amplia labor repobladora a comienzos del siglo XVII. En las Cartas de Población de 1628, en Calanda y Foz, se les exoneraba durante una determinada cantidad de años de las rentas si las heredades eran plantadas de olivos. Lógicamente en los primeros años la producción fue mínima pero las expectativas no defraudaron. En el siglo, según ASSO, se recolectaban más de 425.000 arrobas de a 12,5 kilos de olivas.

El azafrán (cultivo originario de Asia Menor, e introducido por los árabes en el siglo VIII) tuvo una gran importancia en Aragón durante los siglos XVI y XVII. Se cultivó preferentemente en el Bajo Aragón (Caspe, Maella, Alcañiz, Híjar , Calanda), Monreal, Somontano de Montalbán y los Monegros. De esta última zona, Cook, un viajero que recorre las tierras aragonesas a fines del siglo XVI, comentaba que los vecinos de los pueblos monegrinos cogían azafrán en gran abundancia y que éste era su principal medio de vida. Así, estamos ante uno de los productos más importantes del comercio exterior del reino. En su busca llegaban mercaderes extranjeros e incluso se sacaba a las ferias europeas.

En cuanto a la arboricultura, la morera fue el cultivo por excelencia. Desde la Edad Media se conocía en Aragón la variedad persa, la morera negra. Entre 1500 y 1550 va introducirse en Valencia y Bajo Aragón, la variedad de la morea blanca, imprescindible para la cría del gusano de seda. Este producto sirvió para redondear la economía familiar de los vasallos de señorío, sobre todo, ya que al no entrar en los cánones establecidos en las cartas pueblas no tributaban nada al señor. Esto se observa claramente tras la expulsión d elos moriscos. En las nuevas condiciones queda reflejado el pago de un canos por la hoja de morera. Este cultivo repercutió, además, favorablemente en el renacimiento de una industria sedera en un momento en el que la demanda era muy importante.

El lino, el cáñamo y el algodón serán otros tres productos que se cultivarán en zonas de regadío. Las Cortes de 1626 regularán el tráfico de lino y cáñamo bajando la producción del primero. La barrilla y el zumaque se cultivarán en menor medida.

Por lo que respecta a los huertos, se cultivaba ya gran parte de las hortalizas actuales: acelgas, espinacas, borrajas, habas, lechugas, calabazas, puerros, coles, nabos, cardos, guisantes, ajos, cebollas. Otro tanto ocurría con los árboles frutales: manzanos, perales, cerezos, melocotoneros, albaricoques, ciruelos, higueras, etc, que se distribuían por todo el territorio de acuerdo a sus necesidades cilmáticas. La mayoría de los huertos estaban destinados a satisfacer la demanda familiar de hortalizas. Sus ocasionales excedentes los sacaban al mercado local o comorcal. Otro tanto podía decirse de la fruta, aunque sus posibilidades de comercialización eran más amplias, o que favorecía su producción.

V CENTENARIO DE LA MUERTE DE CRISTÓBAL COLÓN


En la primavera de 1506 (20 de Mayo) muere en Valladolid Cristóbal Colón, con este motivo la Junta de Castilla y León celebró a lo largo de todo el año de 2006 diversos actos para conmemorar dicha efeméride.

A través de la web de la Junta de Castilla y León podrás consultar los distintos actos (exposiciones, conciertos, teatro) que se celebraron en las ciudades de Castilla y León más cercanas a la figura de Colón: Ávila, Burgos, Medina del Campo, Salamanca, Segovia y Valladolid

Acceder ahora a la web de la Junta.

La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes también se unió a las celebraciones publicando un portal dedicado a Colón y el descubrimiento de América.

En el encontrarás una esplendida biografía así como una "pormenorizada relación bibliográfica sobre el Almirante y el "Descubrimiento de América", con una amplia colección de textos, documentos y estudios".

Web de Cristóbal Colón.

Y por último una web un poco más práctica que puede hacer de tu trabajo de clase sobre Colón un trabajo espectacular en vez de un buen trabajo:

Cristóbal Colón

Exploradores y viajeros por España y el Nuevo Mundo

TALLER DE FILOSOFÍA (1): WEBQUEST





  1. El objetivo central de esta webquest es identificar a un famoso personaje que realizó un viaje para así de este modo poner de manifiesto la importancia de los viajes para el desarrollo personal y para la reflexión filosófica. A este respecto fíjate en los siguientes aspectos: el origen, así como el final del viaje, es una isla; las dificultades se presentan en el viaje de regreso a casa; hay dos familiares aguardando la vuelta del personaje, uno de los cuales también emprende un viaje para buscar al protagonista; y, por último, dos grandes escritores escribieron sobre ese personaje.
  2. Después de identificar a dicho viajero, resume la historia según el relato helénico y relaciónalo con su versión irlandesa; subraya la importancia del viaje para la filosofía e indaga sobre los viajes de los primeros filósofos.
  3. Las siguientes páginas web te servirán de ayuda: 
http://www.odisea.com.mx

jueves, 25 de septiembre de 2008

EL NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO





Guión lección 1. LA EDAD MODERNA: una época de cambios



1. El nacimiento del estado moderno http://iris.cnice.mec.es/kairos/
  • Los cambios económicos y sociales
  • Monarquías autoritarias: Francia e Inglaterra
  • Los Reyes Católicos y la construcción del Estado moderno (http://perseo.sabuco.com/historia/RRCC.pdf).
2. La expansión europea
  • Los descubrimientos geográficos: causas y consecuencias
  • La expansión europea: los portugueses, las Islas Canarias y el descubrimiento de América
  • El comercio colonial
3. El progreso cultural y científico
  • Renacimiento y Reforma: crisis religiosa y Reforma protestante
  • La imprenta
  • La revolución científica
4. El Imperio español
  • Carlos I y su política imperial
  • La monarquía hispánica de Felipe II
5. El siglo XVII: un siglo de transformaciones

lunes, 22 de septiembre de 2008

GUIÓN LECCIÓN 1. FILOSOFÍA


FILOSOFÍA 2º Bachillerato
Profesor: Daniel Gracia
Curso 2008-09

LA FILOSOFÍA HASTA EL AÑO 400 a. C


I. INTRODUCCIÓN

1. Sentido de una Historia de la Filosofía

2. Qué es la Historia de la Filosofía[D1]

3. Qué se entiende por Filosofía[D2]
-De la caverna platónica a El show de Truman: la filosofía nace de la voluntad de verdad que habita en todo ser humano (vid., también DROIT, Roger-Pol, La filosofía explicada a mi hija, Barcelona, Paidós, 2005,pág.,17).
-El asombro como actitud filosófica (vid., GAARDER, J., El mundo de Sofía, Madrid, Siruela, 2003 (52ª edición), págs., 15, 21-23.


II. LOS ORÍGENES DE LA FILOSOFÍA GRIEGA: de la physis a la polis.


4. Filosofía, mito y religión: el origen de la filosofía.

  • La religión como primera actividad intelectual. La aparición del lenguaje (véase a este respecto el artículo de Juan Manuel de Prada "Creacionismo"; así como también el artículo del profesor Francisco Mora ¿Qué idioma habla Dios?
  • La actividad intelectual de tipo religiosos se profesionaliza con la aparición de las grandes civilizaciones. Ahora bien, ¿qué ocurrió para que la filosofía emergiera y se constituyera como un oficio intelectual autónomo de la religión?
  • La racionalización de la sociedad griega (Jean-Pierre Vernant): objeciones y origen de la Filosofía (Vid., GAMBRA, R., Historia sencilla de la Filosofía, Madrid, RIALP, 1961, pág. 30 y ss.).El origen de la filosofía. Acerca del origen vid., también SOLOMON y HIGGINS, Breve historia de la filosofía, Madrid, Alianza Ed., 1997, págs. 15 a 17.
5. Del mito al logos.


En relación con este tema resulta muy interesante el planteamiento de H.G. GADAMER que nos lleva hasta la tesitura de si dicha oposición mito-logos es aplicable como tal a los griegos (vid., El inicio de la filosofía occidental, Barcelona, Paidós). Véase al respecto también lacasaazulada.blogspot.com

III. LOS PRIMEROS FILÓSOFOS: la búsqueda del arjé.

6. Modelos explicativos de la naturaleza: los presocráticos

  • Definición
  • Escuelas y tendencias
  • Monistas y pluralistas

7. La Escuela de Mileto: Phycis y arjé

  • Tales, Anaximandro y Anaxímenes.


8. El problema del cambio en la naturaleza. Naturaleza y logos

  • Heráclito
  • Parménides

9. Los pitagóricos: la matematización de la naturaleza.



10. Los filósofos pluralistas: naturaleza y mecanicismo.

  • Empédocles
  • Anaxágoras
  • Demócrito



IV. EL GIRO ANTROPOLÓGICO DE LA FILOSOFÍA: los sofistas y Sócrates


11. Ambiente sociocultural de los sofistas y Sócrates

12. Los sofistas: maestros de areté

13. Sócrates: la reacción frente los sofistas


v LECTURAS RECOMENDADAS

Apolodoro. Biblioteca mitológica, Edición de J. Calderón Felices, Madrid, Ed. Akal Clásica, 1987, especialmente las cien primeras páginas.

GOÑI, Carlos, Cuéntame un mito, Barcelona, Ariel, 2001.

FINLEY, M.I., Los griegos de la Antigüedad, Barcelona, Nueva colección Labor, 1982, especialmente el Capítulo IV, pp. 55-93.

MONTANELLI, Indro, Historia de los griegos, Barcelona, Plaza & Janes, 1992.

MONDOLFO, Rodolfo, Breve Historia del Pensamiento Antiguo, Argentina, Editorial Losada, 2002 (1º ed. de 1953).

CANFORA, Luciano, Una profesión peligrosa (la vida cotidiana de los filósofos griegos), Barcelona, Anagrama, 2002.

VERNANT, J.P., Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Barcelona, Editorial Ariel, 1993.

KIRK, G.S., y RAVEN, J.E., Los filósofos presocráticos, Madrid, Gredos, 1979.

ESTEBAN, Alicia y AGUIRRE, Mercedes, Cuentos de la filosofía griega. Platón: hablando de Sócrates, Madrid, Ediciones de la Torre (Col. Alba y Mayo), 1997.









[D1] «La Historia de la Filosofía es la historia de la humanidad al reflexionar sobre sí misma y al asombrarse ante el mundo. Es, de forma concisa, una pasión individual y colectiva por la sabiduría. Abarca, simultáneamente, los orígenes de la religión, la mitología, la identidad cultural y personal y la ciencia ». (Vid., SOLOMON y HIGGINS, Breve historia de la filosofía, Madrid, Alianza Ed., 1997, pág.13).

[D2]«Ciencia de la totalidad de las cosas por sus causas últimas, adquirida a la luz de la razón» (Vid., GAMBRA,R., Historia sencilla de la Filosofía, Madrid, RIALP, 1961, pág.17.
§ «La palabra griega filósofo (philosophós) se formó en oposición a sophós. Se trata de amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la búsqueda de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía (…) Filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta.» (Vid., K. JASPERS, La filosofía, Madrid, FCE). A este respecto vid., también GAARDER, J., El mundo de Sofía, Madrid, Siruela, 1994, pág., 14-15.


[D3]«Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración11. Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo. Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos12, porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es, por tanto, evidente que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía». ARISTÓTELES, Metafísica, Libro II.

A VUELTAS CON EL CONTRACTUALISMO

¿Cómo sería la vida del ser humano si no hubiera leyes ni gobierno? Las teorías contractualistas surgen en el mundo con el ascenso de...